Las calles permanecen
vacías, la contaminación auditiva disminuye, los accidentes se reducen; sin
embargo, el comercio también se ve afectado en el día sin moto, la medida
preventiva que aprobó el distrito.
La
ciudad se paraliza, asegura Vladimir Díaz, mototaxista que lleva en este oficio
cinco años. Díaz vive en el barrio San Fernando, y comenta que es notable la
soledad que se respira en cualquier barrio a causa del día sin moto. Dice que
la mayoría de gente se abstiene de salir debido a la congestión en el
transporte público (buses y busetas).
Según
la Alcaldía, desde marzo comenzó a regularse el día sin moto los días 20 de
cada mes, dejando sin acción el decreto anterior en el que prohibía la
circulación de motocicletas los días 10 y 25 de cada mes, respectivamente. Este
cambio fue tomado como compensación al decreto que prohíbe el parrillero hombre
durante todo este año.
La
medida que, según la alcaldía busca controlar el tránsito de motocicletas en la
ciudad y disminuir el número de accidentes y mejorar el sistema de movilidad,
perjudica a un gran número de gente.
Entre
los afectados se encuentra Andrés Jaramillo, mensajero de una droguería local
de la ciudad, comenta que los días sin moto para el, son muy difíciles, pues,
esos días solo realizan pedidos a una corta distancia, y aun así, el sistema de
buses se entorpece y las rutas son demoradas, sin mencionar el tiempo que
duplica por cada pedido entregado.
Dentro
de este mismo grupo se encuentra Wilson Videz, cobrador de cartera de la
empresa de comunicaciones Tigo, el asegura que esos días, en que no se puede
transportar en su propio vehículo afecta directamente su trabajo, no puede
cobrar todas sus cuentas del día y las pocas que logra realizar le toman todo
el día. Además, se queja de que precisamente en esos días los taxistas se
aprovechan y le suben a las carreras intentando hacer su “agosto” cada día sin
motos. Videz dice que no está de acuerdo con los días sin moto, le parece
innecesario y la ciudad podría seguir su curso solo aplicando el pico y placa.
Por
su parte, Victor Nuñez, afirma que esos días son muy tranquilos, el es
conductor de bus y comenta que los días sin moto son en su mayoría los mejores
días del mes. Habla con tono satisfecho al mencionar la facilidad en movilidad
que se respira solo en esos días, y, como la cereza que perfecciona el dulce,
en esos días normalmente duplica e incluso triplica la tarifa normal. Comenta
con asombro que a veces la cantidad de pasajeros es impresionante, aunque cabe
destacar que en esas fechas no sale casi personal, solo la gente trabajadora y
la estudiantil, porque quienes deben realizar diligencias cuadran todo para que
ese día no sea necesario salir de casa y no sumarse así, a la congestión del
transporte.
La
vida del taxista es mucho más llevadera, eso argumenta Carlos Piedrahita,
taxista de oficio desde hace 8 años. El recuerda que cuando estaban impuestos
los dos días al mes si le iba viento en popa, pero que de un tiempo para acá lo
cosa ha disminuido, o al menos no es como solía ser. También explica que debe
ser porque ahora la gente se prepara y se programa para no salir en esos días y
realizar sus actividades en días corrientes.
Otro
aspecto que se ve directamente afectado es el comercio, Janer Ávila, vendedor
informal de la Carrera quinta, el punto más transitado en la ciudad. Asegura
que los 20 de cada mes su venta diaria se ve considerablemente reducida a la
mitad, sabe conscientemente que esos días las calles son solas y que quienes
salen no lo hacen precisamente para comprar. Afirma que las motos ya hacen
parte de nuestra vida diaria y que es difícil desprenderse de la necesidad de
utilizarlas. Afirma que en ese sector todos caen en ese costal, el costal de
los que no venden.
Incluso
el comercio formal se ve afectado, Carlos Pérez, el administrador de un almacén
del centro de la ciudad, menciona que los días sin moto afectan el 20% de sus
ventas, y que lo único que lo salva es su sagrada clientela formada con los
años.
Entonces,
independientemente de si se utiliza, se necesita una moto o no, los días sin moto afectan a
todos. Los únicos que parecen salvarse son los vendedores de artesanía, aunque
ellos tienen su propia teoría, comenta Adriana Álvarez, artesana de la zona de
la bahía, quien no ve reducir sus ventas por motivos de la restricción de
motos. Ella sabe que como sus clientes son turistas, ellos no tienen nada que ver
con que si hay moto o no. Ellos siempre llegarán ahí a llevarse consigo un
recuerdo de Santa Marta.
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