Santa
Marta es una ciudad turística muy visitada por personas de todas partes del
mundo, que, atraídas por sus playas, emprenden
viaje a esta ciudad.
A pesar de que las playas soy muy hermosas, no
es extraño en temporada de vacaciones encontrar residuos de alimentos y demás
basuras fuera y dentro de estas ocasionando una contaminación ambiental que
genera daños al mar y a las especies que viven en él.
En
el caserío Don Jaca, ubicado a escasos
metros de la vía férrea, la contaminación del mar es muy evidente por los
derramamientos de petróleo que afectan a los peces y los habitantes que viven
de la pesca y no pueden consumirlos porque están contaminados.
Hace
ciento veinte años los abuelos de Alberto Urieles ejercían la pesca en Don Jaca, dejándoles este oficio como enseñanza y
tradición a sus hijos y nietos.
Día
a día, Alberto sale muy temprano con sus hijos a realizar el trabajo que, por
generación, le fue enseñado como fuente de trabajo y con el que puede sustentar
las necesidades de su familia. Anteriormente, cuenta que pescaba sin ningún
tipo de problemas obteniendo una cantidad generosa de peces, pero hoy en día la
invasión industrial y la entrada y salida de buques de alto calaje se ha convertido en el mayor problema de los
pescadores de la zona.
Al
salir, los pescadores de Don Jaca a su rutina de trabajo siempre van con
optimismo, pero la mayoría de veces vuelven a sus casas con una mala experiencia
que contar como que el ruido de los buques atrajo pocos peces y alejo a muchos.

Los
pescadores de esta zona se sienten desprotegidos y abandonados porque dicen que
no existe ninguna autoridad que vele por los recursos naturales y humanos
permitiendo esto que los problemas por los que ellos pasan pasen
desapercibidos.
La
tristeza los abunda cuando se encuentran con sus redes destrozadas porque los
buques con las hélices las destrozan
muchos de estos al encontrarse continuamente con esta situación deciden abandonar
la zona y se van aventurar por otros
lugares a ver si su suerte cambia y otros huyen a estas amenazas no dejando sus
redes y cambiando su horario para pescar.
Aunque el hijo de Alberto Urieles considera
que no es un trabajo rentable ir de pesca porque gasta 30 mil pesos en gasolina
produce 50 mil y le toca repartirlo entre él y su acompañante aparte los gastos
de mantenimiento dice que por lo menos su satisfacción es que está trabajando y
no vagando ni haciendo cosas indebidas respetando así la tradición de su
familia de pescadores.
Sable,
robalo, langostino, macabí son las especies que más se pescan en la zona porque
las demás se encuentran en vía de extinción y aunque a los pescadores les
preocupa que la invasión industrial dañe el medio ambiente también se preocupan
porque esto no les permite a cabalidad obtener una producción buena de lo que
la madre naturaleza les brinda.
A
los habitantes de Don Jaca que en su mayoría viven de la pesca no les queda
otra opción que seguir luchando navegando en el mar en busca de esos peces que
le proveen los recursos para vivir y que muchas veces no pueden consumir porque
están contaminados.
Es
muy triste ver que unas playas tan visitadas por turistas las mismas personas
la contaminen con basuras generando malos olores y dañando las especies que
habitan en el mar.
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