Era un sábado por la mañana, el sol cálido indicaba que
debía salir a disfrutar de Santa Marta; leyendo una revista local, encontré un artículo
sobre el lugar donde murió el libertador y tal artículo sembró la idea en mí de
visitar ese tan mencionado hogar que sirvió de lecho de muerte al gran Simón
Bolívar.
La mañana avanzaba y, justo a las 10:02 de la mañana,
llego a la Quinta de San Pedro Alejandrino en un taxi que en cuyo interior
sonaba música clásica, muy raro en la ciudad; el taxi parecía un canario
susurrando su silbido armonioso con su pico, me acerco a la caja a cancelar
los 12 mil pesos de mi entrada y, apenas,
paso la línea del celador, Luis Martínez, quien dijo: “seguramente, te
enamorarás de este lugar, cuidado con el dengue que hay muchos mosquitos por
esta zona”.
Quedé un poco asustada después de esa advertencia, pero lo olvidé
de inmediato e ingresé a un lugar donde el tiempo cambió, las primeras palabras
del celador no fueron en vano, la sensación era que me había embarcado en una
máquina del tiempo y hubiese llegado a un lugar fuera de lo conocido, la
naturaleza conspiraba para sentirme tranquila respirando el verde penetrador de sus árboles y
escuchando pájaros cantando sincronizadamente como si fueran una filarmónica que
componían un escenario lleno de naturaleza capaz de transportar a cualquier
persona a otra época.
Tiempo después, se acercó a mí una guía, su nombre era Luisa
Portillo, era simpática, parecía una indígena con su cabello negro largo y ojos
achinados. A medida que iba hablando, cualquier persona que la escuchara se
podía dar cuenta de su conocimiento acerca del lugar, la vida y horas previas a
la muerte del libertador. En algún momento, ella dijo “al libertador le
encantaba la tranquilidad de este lugar” y como no si en la Quinta solo se respira
paz. Conforme iba recorriendo el recinto, noté la presencia de unos turistas
venezolanos, una familia integrada por cuatro personas que se veían
sorprendidos por la grandeza de la Quinta, les pregunte a qué se debía su
sorpresa y su respuesta dejaba en
evidencia que este espacio donde estábamos era un tesoro cultural, ellos
dijeron “estamos sorprendidos porque un lugar así no se ve en nuestro país, si
acá te aburres de la historia puedes ir al museo a ver arte y sino respirar la
tranquilidad de la naturaleza, es grandioso”.
La atmósfera que rodea al lugar es mágica porque se da
una combinación perfecta entre naturaleza y arte debido a que hace presencia el
Museo Bolivariano de Arte contemporáneo al interior del recinto, las obras
dentro del museo reflejaban la esencia del lugar debido a que el tema de la
exposición que se presentaba tenia por nombre “la paz de la naturaleza;” definitivamente,
el autor no pudo escoger un mejor lugar para exponer sus obras, para dar una
experiencia placentera todas las piezas dentro del lugar funcionan a cabalidad
similar a las piezas de un motor de un auto cuyo engranaje hace que el carro
funcione a cabalidad, así funciona la Quinta de San Pedro desde la entrada,
pasando por el recorrido de historia y arte, hasta llegar al destino final que
este recorrido fueron las estatuas del libertador.
A medida que iba caminando, me imaginaba todo el
recorrido que algún día hizo el libertador por este recinto, la guía mostraba
cada lugar y qué función cumplía cada uno de ellos, llegamos al cuarto donde
murió el Libertador, me preguntaba si el siendo tan alto, dormiría cómodo en
esa cama, por un momento me lo imaginé acostado y sentí como si su espíritu
estuviera vivo dentro del recinto, pareciera que en ese lugar el tiempo se
detuvo para no avanzar más, solo algunas cosas fueron modificadas, lo demás,
estaba tal cual al día de su muerte. Como por ejemplo árboles que tienen 400 años de estar sembrados en esta hacienda que
ofreció en ese entonces, Don Joaquín de Mier a nuestro libertador.
Se hacían las 12:40 de la tarde, mi recorrido estaba
culminado: así como la mañana estaba llegando a su ocaso para darle cabida a la
tarde, era hora de irme, no sin antes agradecer a mi guía, quien, así como un
capitán de avión, comanda a su flota hasta buen destino, así mismo ella dio por
terminado este recorrido que tuvo matices de naturaleza, historia y arte por
doquier.
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