Por Liseth Castillo
Anoche,
mi hermana quería mostrarle el dichoso videíto a una amiga que vino a
visitarnos y no tenía idea de la noticia que tanto revuelo ha causado en el
país esta semana. Cuando empezó la reproducción en YouTube, mi mamá entró a la
habitación y notó lo que miraban, ella ya sabía de lo que trataba, aunque dudo
que en algún momento lo haya visto por completo. De inmediato, les pidió que lo
quitaran, no quería que escucharan ‘esa cochinada’.
La
reacción de mi madre me hizo suponer que la de muchas señoras sería igual: Boquiabiertas,
con los ojos como platos y una expresión desaprobatoria, y sus palabras—esa
cochinada—sólo reflejaron lo conservadora que es, como muchas de las
colombianas, incapaz de tolerar un diálogo sexual, y mucho menos uno entre
homosexuales.
Por
supuesto, siendo el pueblo colombiano tan conservador, las indignaciones y las
críticas no se hicieron esperar. Luego de la publicación del video, comentario tras
comentario en la Red reveló el descontento de Colombia con su contenido, no
sólo hacia los protagonistas de él, también hacia quien lo publicó sin su
debida censura: la periodista, y ahora ex directora de la F.M., Vicky Dávila.
Para
colmo, ahora Carlos Ferro, exviceministro del Interior y protagonista principal
del video, es víctima del escándalo, porque publicarlo fue hacer pública su
vida privada, y violó su intimidad, y estuvo mal. Eso sí, cuando hacía parte de
la Comunidad del Anillo no era la víctima, no quedaba expuesta su intimidad, no
era malo hacerlo.
Los
sensibles colombianos cierran los ojos ante la verdad y se quejan de lo mal que
está el país por sus políticos, los cuales ellos mismos eligen, una completa
contradicción. De hecho, todo en nuestro país lo es, somos un cuento para niños
escrito en un libro de C.S. Lewis: El escándalo de la Comunidad del Anillo
salió a la luz pública hace años, pero sólo nos enteramos hace unos días por un
video con una conversación sexual y nos quejamos porque nos lo muestran, pero
bastante que nos reímos cuando Luis no quería bajar esa perra del carro, y eso
también viola la intimidad.
¿Dónde
está la coherencia? Bien podría nuestro Dios ser un león y la virgen María una
bruja blanca ¿Quién sabe? Cerremos los ojos, entremos al ropero.
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