Por Luis Fernando Carrillo
“Después de escuchar el boletín radial de las
7 de la mañana, Samuel Bürkart, un ingeniero alemán que vivía sólo en un
pent-house de la avenida Caracas, en San Bernardino, fue al abasto de la esquina
a comprar una botella de agua mineral para afeitarse”. Recordando
el reportaje Caracas sin agua, de nuestro único baluarte literario Gabriel José de la Concordia García Márquez, hago
referencia a lo que esta sucediendo con la actual patria bolivariana, esa misma
difamada por un vergonzoso gobierno.
Una
nación que, a pesar de tener una diversidad natural con distintos páramos e
inmensos pozos de petróleo que abastecen la principal economía del país, y siendo
este es su principal fuente de exportación al mundo y que, además, le genera un
alto potencial de dinero, esté viviendo una crisis interna encaminada a las
insuficiencias de las tasas agrícolas (faltas de alimentos, productos de aseos
personales y debilidad en su moneda). Cada día, sus calles se resumen a la
famosa canción de Hector Lavoe, triste y vacía.
“La escasez de alimentos básicos y la alta
inflación han generado un profundo descontento entre los venezolanos. El martes
pasado, el Banco Central de ese país informó que la inflación de enero
anualizada se mantuvo en 56,3%, igual cifra que al cierre de 2013, lo que la
convierte en la más alta del mundo. Además, el índice de escasez, que mide el
nivel de abastecimiento de productos y alimentos diversos, se ubicó en un 28%.
Por otro lado, los medios de prensa han denunciado la escasez de papel y han
exigido dólares al gobierno para la importación de este insumo”, publicó el
periódico chileno La Tercera.
Hoy,
su política me hace recodar a esa revolución francesa cuando el rey Luis XVI
lo tenía todo para él, mientras que su
pueblo se moría de hambre. El actual presidente Nicolás Maduro es tan parecido
a Luis que hasta en sus discursos políticos argumenta que el territorio
venezolano tiene que estar en completa
calma. Pobre Chávez, que Dios no me castigue, pero debe de estar revolcándose
en su propia tumba; tanto así que el famoso pajarito se desapareció, posiblemente,
se fue cantar a otra parte.
Los
venezolanos sufren día tras día el infierno con olor azufre que ahora no se
sitúa en los Estados Unidos si no en su país, la crisis va empeorando y aún no
hay solución de nada. Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar,
salve usted la patria.
¿Y si mejor escribimos; "Ahora sí huele a azufre en Venezuela"?
ResponderEliminarSi yo hubiera leído así el título, hubiera leído el artículo.