Por Mónica Daniela Vecino Monsalve
Las víctimas, muchas; los muertos,
algunos; los afectados, todos. En Venezuela, los disturbios continúan y el
presidente Nicolás Maduro sigue parado en la raya ‘Chávez’: actúa creyendo que
es el segundo Dios que veneran los venezolanos; claro, sin olvidar que el
primero está descansando o soplando información a ‘Madurito’ o que, para mi
parecer, pidió muy amablemente prestado al Ejercito Nacional de su vecino país
Colombia, el sistema de monitoreo para escuchar lo que piensa Chávez desde su
tumba.
Una ola de sangre es la que corre
en estos momentos en el país al que deberían cambiar el nombre al de ‘ChaMadu’
(Chávez y Maduro). Algunos de los ciudadanos están deseosos de encontrar una
rosa y que el vientico de la Virgen de Guadalupe los saque volando de ahí para
no tener que ver el llanto de quienes luchan por sus derechos para derrotar lo
que terminó siendo una dictadura.
¿Pero quién baja a ese rey? Está
montado en el trono mayor con su corona y el cetro tratando de mandar al que le
venga en gana y manipulando a los medios de comunicación para que censuren lo
que en realidad está pasando. ¿Qué ganas le da a un recién graduado estudiar
Periodismo en un país que callan las bocas? Maduro no es capaz de bajar la
cabeza por miedo de dejar caer el adorno de ella, al parecer, pesa porque le
está aplastando el cerebro y no lo deja ver más allá de sus ojos.
Los heridos terminan siendo los
malos de la película. Aún con sangre en el rostro, siguen luchando en contra de
lo que “está bien” solo para quien es “ciego, sordo y mudo”, como la canción de
Shakira. Aquellos que, como el presiente, creen en el dicho “me lo dijo un
pajarito”, siguen encadenados al pasado, apoyando al lobo disfrazado de oveja.
Desde que subió al trono, el rey no
fue recibido como él pensaba. En vez de trompetas y fiesta, los opositores
hicieron una manifestación que se conoció en todos los medios de comunicación,
en la que demostraban su descontento por el sucesor del ‘pajarito que habla’;
en vez de regalos, tiraban piedras y, por último, en vez de alabanzas recibió insultos:
la gente que sí piensa se cansó de la burla, del mal mandato, de la trampa,
entre otros.
No hay manera de solucionar un
problema que viene desde antes. Ahora Maduro piensa cerrar los medios de comunicación,
siendo él uno de los presidentes más polémicos y el que a través de ellos habla
de lo que debe y lo que no debe; ojalá se cumpla lo que mi madre siempre me
enseñó: “el pez muere por su boca”, esperemos que sea verdad.
Terminar siendo la víctima es su
especialidad, deberían abrir otra temporada de Protagonistas de Nuestra Tele y
sustituir a Jorge Enrique Abello y darle el puesto a Maduro, para que le enseñe
a los participantes cómo dar lástima fácilmente y también lo sencillo que es
ganarse la vida acostillas de la fama de otro; con él como profesor, las
mentiras serían más creíbles e, inclusive, no mandaría a cerrar los medios de
comunicación con tal de ser el centro de atención, en términos coloquiales “se
matarían dos pájaros de un solo tiro”, claro sin hacer le daño al pájaro mayor,
Chávez.
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