Colombia es un país que está
plagado por fieras que cada día luchan por obtener un poder casi absoluto en
todo el territorio. Su naturaleza agresiva hace que constantemente estén
peleándose, atacándose; provocando, incluso, la muerte de sus contendientes. Sin
embargo, estos animales no se asemejan a los leones, hienas o tigres que
habitan en las inmensas sabanas de África. No. Los que se encuentran en nuestro
entorno son peores; mucho más feroces. Un político no sabe qué es la compasión
con su rival.
El paisaje de la política
colombiana progresivamente tiene más nubes negras; se torna más oscuro.
Escándalos por corrupción son el pan de cada día, en los cuales se ven
involucradas personas que venden al pueblo una imagen casi de santidad. Por
esta razón, se hace necesario un análisis interno en cada individuo, para
percatarnos a quién le entregamos el poder… nuestro poder.
Si tenemos en cuenta que con
el paso del tiempo hemos sido subyugados por familias que han monopolizado la
potestad de gobernar, de igual forma, tendríamos que examinar a fondo nuestra
mentalidad antiprogresista y reflexionar por qué le damos la facultad de
administrar una sociedad a personas que constantemente actúan en contra de la
misma, y no precisamente haciéndolo de forma inconsciente.
He aquí donde surge el
principal y más importante interrogante, ¿quién
maneja en mayor grado la doble moral, el pueblo o sus gobernantes? Y no creo
que sea una pregunta relativamente nueva. Lo que sí puedo asegurar es que la
respuesta debemos darla pronto, porque a sabiendas de cómo son las personas a
quienes hemos puesto en un pedestal, seguimos brindándoles la autoridad para
que sigan aprovechándose de un pueblo sosegado.
Un negocio. En eso se ha
convertido la política. Hoy en día no se busca mejorar las condiciones de vida
de un país necesitado, sino todo lo contrario, seguir empobreciendo al pobre y
dándole más lujos a quien ya los posee. Veo muy lejos que todo cambie y tome un
mejor camino; no porque el pueblo quiera seguir como está, sino porque ya le
otorgamos el suficiente poder a los leones, hienas y tigres que se han
encargado de desmembrar con fuertes mordidas el cuerpo de una sociedad ingenua.
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