Por Luisa
Fernanda García Silva
En
la región del departamento de Tolima, que se caracteriza por está conformada
por zonas que superan las temperatura bajo cero y otras que dan la sensación
térmica de estar en la mitad de un desierto, nació en 1964, o bueno eso consta
en los registros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que tenían
como propósito luchar por el pueblo campesino que se encontraba abandonado por
el gobierno en zonas recónditas. Con los años, su posición se fue deformando al
secuestrar, atacar y asesinar al pueblo que inicialmente era su propósito de
existir.
Dentro
de estos años, muchas han sido las propuestas para solucionar los conflictos
entre las FARC, de las que todo el
pueblo colombiano, hasta los que no existían entre 1998 y 2005, recuerdan como
el intento fallido de diálogo de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y
este grupo delictivo, donde los inconvenientes fueron mayores que la intensión
principal y al final la silla junto a Pastrana quedó vacía.
Han
pasado décadas y desde el 2012 el país
se entera que vuelve la ilusión de conseguir la paz por el resurgir de un diálogo entre el gobierno, en esta
ocasión santista, y las FARC. Por estas negociaciones, realizadas en La Habana,
Cuba, han pasado distintas figuras destacadas como conciliadores de parte y
parte, al igual que muchas han sido las polémicas desatadas por las
inconsistencias del grupo delictivo, pero las más destacadas son los
comentarios hechos por redes sociales por el ex presidente referente a diversos
temas que engloban el proceso.
Como es de conocimiento, los
comentarios de Álvaro Uribe arremetiendo a todo lo concerniente al gobierno de
Santos, quién pensaría que después de tal amistad terminarían así, desde sus
políticas, sus decisiones, sus posturas, sus lazos, absolutamente todo lo que él
decía era criticado o atacado por Uribe, como quien dice, estaba haciéndole
seguimiento a los pasos de Santos solo para generar conflictos en redes
sociales, porque hay que rescatar que lo que dice Uribe dentro de ellas tiene
más repercusión que lo que dice Santos.
Pero ese no es el caso, lo
realmente preocupante es que personas como Uribe y sus seguidores o más bien
sus idolatrantes, crean una atmósfera negativa en torno al proceso de paz,
atacándolo constantemente, atribuyendo ataques o hasta calumniar a los
conciliadores. En este punto es donde uno llega a pensar: si se está tratando
de mejorar el país ¿esta es la posición que debería tener el colombiano que
quiere la paz? O ¿simplemente es más importante mantener la guerra en nuestro
país y seguir gastando dinero en guerra?
Debemos pensar a futuro y escoger
cuál es la postura que nos dejará más al país, si renegar cada proceso de paz y
seguir gastando un dinero en una guerra innecesaria, o aceptar el proceso y
pensar que será un renacer de nuestra
sociedad, donde la plata invertida en violencia puede ser dirigida a una
educación de calidad, salud u otro de los problemas que aqueja a nuestra
Colombia.
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