Por Andrea
Suárez Burgos
El
Proceso de Paz, teóricamente, promete acabar con el conflicto armado de
Colombia. Pero, ¿qué pasa con el conflicto entre el Gobierno y el uribismo que
promete no permitir que los diálogos de paz lleguen a feliz término?
Para
resolver esta pregunta, que seguramente ronda en la cabeza de muchos, o más
bien, en la de aquellos que reconocen la dimensión del fenómeno en el que se ha
convertido el expresidente y senador
Álvaro Uribe Vélez, hay que hacer un recuento de los episodios amorosos que han
protagonizado, controversialmente, las dos partes. A sabiendas de que en la guerra
y en el amor, todo se vale y que del odio al amor solo hay un paso.
Uribe
y Santos lo saben y, por eso, cada uno, desde su ruptura sentimental, adelanta
procesos para alcanzar la paz, pues, son conscientes de que quien lo haga será
enaltecido históricamente en el país. Pero, desde que se acabó su estrecha
relación, las discrepancias que los han separado no han beneficiado de ningún modo
a Colombia.
Hay
que entender que mientras uno quiere construir patria desde la educación, el
otro quiere construir patria desde la seguridad y la educación. Así, resulta
imposible que las dos potencias políticas de Colombia quieran trabajar desde su
propio carril, cuando solo para alcanzar la paz resultaría oportuno que se
chocaran, o en términos más precisos,
que se complementaran.
Si
en un inicio existió empatía e, incluso, amor entre Santos y Uribe, ¿por qué no
apostarle al restablecimiento de esa relación en pro de los colombianos?
En
Twitter, por ejemplo, viéramos trinos indiscriminados hacia las Farc y no, en
contra del gobierno. En las noticias de los medios se publicarían, en
diferentes escenarios, la fraternidad entre los actuales protagonistas de la
política colombiana, como José Obdulio Gaviria y Roy Barreras Montealegre,
abrazándose. Además, viéramos a Uribe posesionado en la
mesa de diálogos dirigiéndose amablemente hacia Iván Márquez o Santos refiriéndose
a la seguridad.
Un
panorama un poco utópico, pero, si realmente queremos la paz, por qué no
pensarlo.
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