Por Margie Name
El tema de “la comunidad del anillo”
ha causado revuelo entre los medios de comunicación no sólo porque la fachada
de institución honorable que ha mantenido la Policía Nacional durante años
decayó, sino por el debate sobre la ética periodística que no se hacía hace
mucho tiempo en el país, en el que el punto clave es el cuestionamiento a Vicky
Dávila, puesto que publicó el video de la conversación con alto contenido
pornográfico entre el ex viceministro Ferro y el capitán Palacios.
Está bien que la controvertida
periodista haya querido sacar a la luz pública las inadecuadas acciones de los policías, pero ¿qué
la motivó realmente a mostrar el material? ¿Lo hizo por su compromiso con la
verdad? Personalmente, considero que no pensó antes de actuar y que tampoco lo
hizo por el afán de la primicia; creo que más bien tomó esa decisión llena de
odio hacia el ex general Palomino, a quien ella acusó públicamente de chuzarla
por tener información que lo perjudicaba.
El año pasado las investigaciones
realizadas por la Fiscalía arrojaban que los seguimientos ilegales a la ex
directora de la F.m. fueron hechos por altos miembros de la Policía y, aunque
no se pudo comprobar con exactitud los responsables, el sinsabor del impase
estaba latente. Lo más probable es que quiso vengarse porque también le
invadieron su privacidad.
Dávila, por dejarse gobernar de sus impulsos,
ha estado involucrada en otros “culebrones” y traigo a colación la entrevista
que le realizó al pastor Roberto Padilla, responsable de la muerte de 32 niños que
iban en un bus en Fundación, Magdalena. En vez de preguntarle al acusado su
versión de los hechos, lo atacó de forma desmesurada diciéndole en pocas
palabras que era un tipo de la peor calaña y no lo dejó hablar, ni siquiera
para defenderse.
Otra inmemorable discusión la tuvo con
el director de la Aerocivil Gustavo Lenis por un
incidente con un controlador en
Manizales que no fue a trabajar porque la ruta no lo recogió y el
avión se desvió; el director alegó que era una situación que se había salido de
las manos y ella siguió ofendiéndolo
hasta colmarle la paciencia y llamarla “payasa”.
Esta vez Vicky se fue muy lejos, no
midió las consecuencias de sus actos y tuvo que renunciar a la F.m. dejándome
como reflexión que para trabajar en el medio y gozar de credibilidad hay que
pensar con la cabeza fría.
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