Por Anayeris Roncancio Barros
Desconfianza es lo que sentimos más de un
colombiano por el fracaso de las anteriores conversaciones de paz. Pero no debemos
perder la esperanza de que, por fin, se logre nuestro tan anhelado sueño: la paz.
En Colombia, un país hermoso, es muy triste saber que muchas personas no se
atreven a venir porque ante todo el mundo tenemos una imagen de “terroristas y
narcos”.
El gobierno nacional y las Farc hablaron del fin
de la guerra y la construcción de una paz verdadera y duradera, en Oslo, primero, y, luego, lo hacen en La Habana, Cuba. Lo que aún está en duda es si esto no será una farsa de
Timochenko y los suyos.
Una Colombia Digna y Democrática,
se construye entre todos. Porque si las Farc dejan las armas, lo más correcto
es que todos los grupos al margen de la ley colaboren dejándolas también.
Porque este país ya está cansado de la guerra, bueno no solo nuestro país, sino
nosotros, los que habitamos en él. Qué bonito seria despertar y saber que hay un nuevo sistema de salud, de
educación y un nuevo sistema político, donde la tierra sea para el trabajo y no
para campos de batallas.
Los diálogos de paz buscan un verdadero adiós a las armas. Aunque en el
pasado Belisario Betancur y Andrés Pastrana hayan fracasado en su intento de
paz, esto no quiere decir que Juan Manuel Santos corra con la misma suerte. Es
más, esto debe servir como un referente para no cometer los mismos errores del
pasado.
Aunque el camino para alcanzar la paz no sea
fácil, no debemos rendirnos. Y de acuerdo a la habladuría que mantienen los que
están en contra de este dialogo, como lo es el presidente Uribe, la invitación
es a no pensar individualmente si no colectivamente.
Llevamos treinta años de
intentos fallidos de paz con las Farc. Belisario y Pastrana fallaron en el
intento, pero queda Santos. Quien quita que nuestro presidente logre el sueño
de todos los colombianos. Por ahí dicen que la tercera es la vencida, amanecerá
y veremos.
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