Aunque no todos los colombianos son la ‘plaga’
que impide el desarrollo de Venezuela, como lo ha querido hacer ver Maduro desde una postura extremista, sí hay algo de
culpa por parte del gobierno nacional.
Por Paula Garcés y
Danya Balero
Es inaceptable el simple pensamiento
de que un mandatario se valga de su poder para abusar de aquellos ciudadanos
más desamparados, despojándolos de sus hogares y familiares, aún más cuando
este divulga a viva voz los valores socialistas y democráticos que fundamentan
a su estado. Sin embargo, la realidad es muy distinta a lo que predica, pues
las acciones del gobierno venezolano y la situación de la frontera, y del país
en general, dan poca fe de ‘solidaridad’, ‘igualdad’ y ‘libertad’.
Detrás
de los ataques del presidente de Venezuela contra centenares de familias
humildes en la frontera con Colombia hay razones e intenciones tácitas,
dispares a las presentadas por Maduro públicamente. La primera es una estrategia
de evasión. El mandatario está intentando trasladar la atención hacia la
situación fronteriza para evitar que sean investigadas sus acciones, las cuales
han sumido al país vecino en un desastre.
La
crisis económica, la escasez de los productos básicos de la canasta familiar
(importados en su mayoría), y la dramática disminución de los ingresos de los
venezolanos, son derivaciones de la absurda dependencia a la renta proveniente
del petróleo que la economía de dicho país ha poseído siempre, y que hoy, tras
la caída de los precios internacionales del crudo, pasa su cuenta de cobro. Sin
embargo, Maduro insiste en que es el contrabando fronterizo el responsable de
desangrar las finanzas de un país entero que ha descuidado por años la
situación de sus ganancias.
La segunda, una
maniobra para mantenerse en el poder. La decisión de Nicolás Maduro de
desplazar y culpar a los ya cuatro millones de colombianos refugiados, que tenían
sus vidas establecidas en Venezuela, de los graves problemas de inseguridad y
corrupción que este país presenta, disfrazada de sentimiento nacional, es una
táctica para librarse de futuros votos en contra que podrían acabarlo en las
próximas elecciones parlamentarias del mes de diciembre.
Sin
embargo, no es mentira que en la frontera con Venezuela ha faltado una política
para controlar esas zonas limítrofes, tampoco es falsa la presencia de grupos
paramilitares y de las guerrillas de las Farc y del ELN en territorio vecino, y
mucho menos se puede negar que es una zona marcada por el contrabando,
problemática que ha empeorado la situación de los venezolanos debido a la
devaluación del bolívar frente al peso. Y aunque no todos los colombianos son
la ‘plaga’ que impide el desarrollo de Venezuela, como lo ha querido hacer
ver Maduro desde una postura extremista,
sí hay algo de culpa por parte del gobierno nacional.
Nada va a cambiar si la situación se
atiende con paños de agua tibia y no se llega a la raíz del problema. Aunque
Santos haya tratado de llevar la fiesta en paz con el vecino país, al contrario
de su predecesor Uribe, los diálogos y encuentros no han mostrado ningún
resultado contundente, pues, al fin de cuentas, hoy en día, se siguen presentando crisis que dejan en
evidencia el poco cuidado y análisis que el gobierno le ha prestado a estas
zonas fronterizas, en las que, con el gran flujo de personas que circulan entre
ambos países, también se comparten factores político-económicos, los cuales
deben defenderse y continuar en paz.
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