Por Liz Karime Padilla Reyes
Se prendieron desde hace unos
meses las alarmas electorales de octubre, y, por supuesto, estas decidirán el futuro de la
política colombiana, no por nada muchos y reconocidos personajes, por estos
días están haciendo y deshaciendo para enganchar esos votos que tanto
necesitan, y después dejarán en el olvido.
Porque no hay que ser
adivinos, así funciona la política en nuestro país, no sólo son vendidos por
cualquier tamal del día, o en su defecto, por $50.000, también están las prepagos,
que se llenan los bolsillos con jugosos contrato, algo que diferencia
estas elecciones de las pasadas, es que todo lo que se diga o haga es en nombre
de la paz.
El Gobierno de Santos vio la
oportunidad de apoyar actividades regionales en torno a la negociación, y en
vez de centrar su atención en reparar a las víctimas de los terroristas de las
FARC, porque eso son, no hay que desescalar el lenguaje, las cosas tienen que
ser llamadas por su nombre, Santos prefirió en nombre de la paz nuevamente
inventarse programas que, a final de
cuentas, no funcionan para lo que deberían sino para enriquecer a otros.
Tal como es el caso de Natalia
Springer, de quien se conoció no es Springer, sino Lizarazo, tiene un contrato con el Gobierno Santos, bajo
la firma Springer Von Shwarzeneberg, dicho contrato es con la Fiscalía y con la
Alcaldía de Valledupar, el cuál costó $1.400 millones, todo ese platal en nombre de
la paz, claro porque si es por la paz no hay que escatimar en gastos.
El país merece una explicación
por los millonarios contratos que recibió esta señora en nombre de la paz, pero
eso es solo un sueño, y en eso se quedará el que es nunca dejará de ser y mientras tanto
Natalia Springer seguirá tranquila en su comodidad con la plata del Estado,
porque, como ella bien lo sabe, aquí todo pasa y todo se olvida. Tal vez son sus contratos los que han
disparado el dólar y la inflación en Colombia
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