Por Alfredo Chamorro y Yiseth Jiménez
Lo primero que hace nuestro
presidente cada vez que países vecinos lanzan dardos de fuego contra Colombia,
es entretener al enemigo, como una mamá engaña a sus hijos cuando le pide un
juguete y le da un dulce, así mismo, nuestro
gobierno emite carticas, cuando un país pide soluciones, envía a ministros como
hologramas porque él brilla por la ausencia, cuando un país anhela ser
defendido, y hace de sus enemigos sus mejores amigos, cuando un país clama por
justicia.
No obstante, Colombia y Venezuela cada vez encojen las líneas de
relaciones por parte de sus mandatarios. Por un lado, Juan Manuel Santos decidió llamar a los cancilleres representantes
de cada país para un diálogo por la crisis fronteriza por la que atraviesan. Y,
por otro, el presidente Maduro decidió desalojar la zona fronteriza de los
habitantes colombianos y, de una u otra manera, de los venezolanos residentes en este sector del país vecino.
Pero la solución está muy
lejos si quiera de ser nombrada entre los discursos de ambos presidentes. Lo que comenzó como el cierre de la frontera,
desembocó una crisis humanitaria, también vista como una oportunidad de sopesar
la tempestad por parte del senador Álvaro Uribe. Cada cual mira los
acontecimientos desde su esquina, pero mirando hacia la pared para no buscar sinceras
soluciones.
Maduro asegura que el
desalojo forzado de los inmigrantes, la destrucción de las casas, el maltrato
físico y psicológico y la separación de madres colombianas con hijos de
nacionalidad venezolana, lo hace por la seguridad de su nación y presuntas
amenazas de ataques paramilitares de grupos subversivos de Colombia. Pero el
presidente Santos, subestima la magnitud del problema y la emergencia la toca
con ‘guantes de seda’.
Así, entonces, Colombia vuelve a
entrar al mismo vaivén y no se esmera por buscar la raíz del problema. Mientras
que por años se ha mantenido una fachada de amigos que pelean y que por ratos
se reconcilian, que de una u otra forma, la hipocresía es la protagonista en la
inestable relación entre Colombia y Venezuela.
Mientras tanto, los
colombianos esperamos las órdenes absurdas de un presidente del país vecino que
son como las olas del mar, que van y vienen y que está a la espera de un nuevo
disturbio. ¡Ah! y no pueden faltar las fotos de una paz momentánea.
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