Por María Angélica Sánchez Ruiz
El señor procurador general
de la nación, Alejandro
Ordóñez, se ha ganado el título de monseñor, dando ostias que no son más
que cargos a las personas que él cree
que son dignos de la redención, aunque no está exento de encontrar la piedra en
su zapato…ellos son acusados de herejía y condenados a la hoguera en caso que no cedan a las
peticiones del Procurador, peticiones que se convierten en obligaciones para
toda una nación.
Cada quien tiene derecho a
profesar su fe, pero no tiene derecho a imponerla y más aun aprovechándose de
un cargo público, declarando qué es y qué no es pecado cuando él, sobre todas
las cosas, carece
de moral… y como no si él elige para que lo elijan… porque así como dice una
cosa, dice la otra.
Desmerita el trabajo
presidencial, mientras tanto purga, y realiza plegarias para que su asunción a
los cielos presidenciales se realice con éxito. Sus aspiraciones no son
pecados, pecado es andar entregando regalos en
las ciudades que visita, como cualquier político.
Asumiendo que vivimos en la
ciudad del pecado; ¿será posible que se compre al pueblo con pan y circo?... En su
caso, cambiar la imagen del General Santander que estaba en la Sala Plena, por un
crucifijo.
A Ordóñez
no le tiembla la mano para azotar a cualquiera que le lleve la contraria; su ultra conservadorismo se ha convertido en un problema para los
políticos, principalmente de los de izquierda, como Gustavo Petro, quien fue
destituido por el supuesto mal manejo de una crisis en la recolección de
basuras ocurrida en 2012, pero se le olvidó que fue Gustavo Petro quien votó
por él para ser elegido procurador.
Pedid y se os dará, el que
pide, recibe… solo le pedimos al señor
todo poderoso que ilumine los senderos políticos, y que trate de cortarle las
alas a quien cree que posee la verdad absoluta.
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