Crímenes de lesa humanidad
y flagelos ocurridos por grupos insurgentes en Colombia han perjudicado la
situación de los colombianos residentes en Venezuela.
Por Luisa García y Enrique Medina
Para
nadie es un secreto del conflicto que transcurre hace varios días en los
puestos fronterizos entre Colombia y Venezuela, el cual tiene como consecuencia
el estado de excepción impuesto por el presidente del vecino país, Nicolás Maduro
que dicta un cierre por 60 días como lo impone su Constitución. Las personas
ajenas a estos menesteres han pagado los platos rotos, que, en otras palabras, les
impide cruzar la frontera en ambos sentidos por dictámenes calumniosos que ha
emitido el presidente anteriormente mencionado.
Del
mismo modo, el Gobierno Bolivariano de Venezuela nos ha tildado a los
colombianos de ‘paramilitares’ y ‘narcotraficantes’, entre otros términos despectivos
que han despertado la impotencia de nosotros, quienes deseamos tener un
verdadero respaldo contra todos estos abusos. Es así, cómo los hechos vividos
en la II Guerra Mundial están resurgiendo actualmente en pleno siglo XXI, donde
las fronteras son cercadas con vallas y la guardia nacional armada hasta los
dientes.
Para
colmo, el presidente Maduro anda ‘metiendo la cucharada’ en problemas ajenos y
pretende buscar un responsable por la crisis económica de Venezuela que tiene
mucho hincapié en la devaluación de su moneda nacional. Como resultado, se refleja el fracaso de las
doctrinas socialistas, la escasez de los productos de primera necesidad, el
aumento de la inseguridad y un pueblo que pide democracia.
Sus
interpretaciones subjetivas dan a entender la incompetencia de su mandato, ya
que, además de no contar con una preparación profesional, no posee de la
autoridad suficiente para gobernar a más de 22 millones de habitantes. Por eso,
muchas personas que trabajan para él, son obligadas a participar en sus eventos
políticos. De modo similar, es de conocimiento internacional que el poder lo
heredó por andar detrás del fallecido presidente Hugo Chávez.
Es así,
cómo este mandatario aún no se encuentra consciente que ha cometido actos de
lesa humanidad y son pocas las personas que han contado con suerte en huir como
‘perros’ por sectores aleñados a los linderos, atravesando ríos caudalosos y
con lo poco que pudieron sacar de sus casas que, análogamente fueron marcadas
con letras R y D, que, respectivamente, significa ‘revisado’ y ‘demoler’. No está
de más recordar que estos hechos son una réplica de cómo los judíos y
homosexuales en la Alemania Nazi eran identificados con símbolos para que
fueran burlados en esa sociedad alienada.
En
respuesta a este conflicto, la posición inicial del Estado colombiano fue nula,
dando a entender que Maduro tenía la razón; no obstante, con el paso de los
días, se creó una respuesta sólida y pacífica que caracteriza a un gobierno
civilizado. Ahora bien, en vez de generar acciones más radicales, se da un
acojo paternal a los afectados, pero con un comportamiento muy dócil ante el
vecino país.
En
realidad, dichos altercados tiene tanto a Latinoamérica como al resto del mundo
a la expectativa de lo que ocurrirá en los próximos días entre estas dos naciones,
pues los atropellos hacia la población de la vecina patria inician desde la
censura hacia los medios de comunicación hasta el uso de la violencia para el
acatamiento de las órdenes, en lo que tiene como resultado el repudio de tantos
atropellos y un próximo fin al ‘rojo chavista’.
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