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sábado, 19 de octubre de 2013

Con la esperanza aún latente

Los cambios que se han venido precipitando a nivel socio-político y socio- económico, y que cada vez se muestran más claros con respecto al descontento de diferentes sectores de nuestro país con el actual gobierno y con las políticas que el mismo ha venido desarrollando, promoviendo y ejecutando, se hace más que obvio que no cumplen con las expectativas que se tuvieron cuando se instauró la unión democrática.

Esta supuesta unión, insinuaba el trabajo conjunto de las diferentes corrientes políticas colombianas para cubrir las necesidades que sectorialmente no se han podido satisfacer, que el pueblo reclama de manera continua, cada vez con mayor intensidad y agresividad, mostrando la frustración que se ha generado por los años y periodos cumplidos por nuestros gobernantes.


Quizás si se hayan dado algunos cambios, pero estos no son más que paños de agua tibia, que han fracasado en el propósito de esconder que las desigualdades siguen creciendo, que las políticas neoliberales solo apuntan al favorecimiento de aquellos que cada vez tienen más y en su afán capitalista atropellan al pueblo, que sufre las consecuencias de acuerdos desiguales con países que nos superan en todos los aspectos referentes a tecnologías de producción, capacidades de transporte y exportación, y, como si fuera poco, en estrategias de explotación a países menos favorecidos como el nuestro.

Nos encontramos en el tiempo perfecto para el aparecimiento no de una figura humana redentora, sino de una tendencia, teoría o proceso transformador, que vaya dirigido a nutrir este país desde sus raíces, su gente, su tierra, sus particularidades, sus necesidades, elementos que al haberse descuidado, obviado y abusado, han sido el desencadenante de muchas problemáticas que en el presente nos aquejan.

También esas desigualdades tan marcadas en un país que, ciertamente, es rico, pero falsamente nos lo muestran sin recursos. Tal vez, su preocupación esta en cumplir con las obligaciones con su población. Pretendiendo revivir el pasado para justificar las necesidades, sin importar que no vayan de acuerdo a la época.


Esperemos, entonces, que todo este fenómeno de desacuerdo, de desazón, sea el precursor de un cambio real, radical y definitivo, que traiga consigo todo aquello que, con esperanzas inmensas, se espera cada vez que se habla de elecciones, de encontrar a la persona idónea para que nos represente y administre lo que nos pertenece a todos como colombianos. 

Jennifer Polo

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