Los
cambios que se han venido precipitando a nivel socio-político y socio-
económico, y que cada vez se muestran más claros con respecto al descontento de
diferentes sectores de nuestro país con el actual gobierno y con las políticas
que el mismo ha venido desarrollando, promoviendo y ejecutando, se hace más que
obvio que no cumplen con las expectativas que se tuvieron cuando se instauró la
unión democrática.
Esta
supuesta unión, insinuaba el trabajo conjunto de las diferentes corrientes
políticas colombianas para cubrir las necesidades que sectorialmente no se han
podido satisfacer, que el pueblo reclama de manera continua, cada vez con mayor
intensidad y agresividad, mostrando la frustración que se ha generado por los
años y periodos cumplidos por nuestros gobernantes.
Quizás
si se hayan dado algunos cambios, pero estos no son más que paños de agua tibia,
que han fracasado en el propósito de esconder que las desigualdades siguen
creciendo, que las políticas neoliberales solo apuntan al favorecimiento de
aquellos que cada vez tienen más y en su afán capitalista atropellan al pueblo,
que sufre las consecuencias de acuerdos desiguales con países que nos superan
en todos los aspectos referentes a tecnologías de producción, capacidades de
transporte y exportación, y, como si fuera poco, en estrategias de explotación
a países menos favorecidos como el nuestro.
Nos
encontramos en el tiempo perfecto para el aparecimiento no de una figura humana
redentora, sino de una tendencia, teoría o proceso transformador, que vaya
dirigido a nutrir este país desde sus raíces, su gente, su tierra, sus
particularidades, sus necesidades, elementos que al haberse descuidado, obviado
y abusado, han sido el desencadenante de muchas problemáticas que en el presente
nos aquejan.
También
esas desigualdades tan marcadas en un país que, ciertamente, es rico, pero
falsamente nos lo muestran sin recursos. Tal vez, su preocupación esta en
cumplir con las obligaciones con su población. Pretendiendo revivir el pasado
para justificar las necesidades, sin importar que no vayan de acuerdo a la
época.
Esperemos, entonces, que todo este fenómeno de
desacuerdo, de desazón, sea el precursor de un cambio real, radical y definitivo,
que traiga consigo todo aquello que, con esperanzas inmensas, se espera cada
vez que se habla de elecciones, de encontrar a la persona idónea para que nos
represente y administre lo que nos pertenece a todos como colombianos.
Jennifer Polo
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