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miércoles, 14 de octubre de 2015

Sospechosos acuerdos en La Habana

Lo encomiable y esperanzador de todo lo visto en La Habana, es que al final se ha dado un paso importante hacia la consolidación de un sueño esperado desde mucho tiempo atrás. Sin embargo, el camino que se anduvo para llegar a ella, permite sospechar sobre la toma de decisiones poco convincentes que garanticen el surgimiento de la democracia equitativa que nunca nadie dejó de esperar.

Una justicia que tambalea para castigar severamente a los líderes de la guerra de ayer (paramilitarismo) y la de hoy (Farc), hacen parte de ese compendio de asuntos misteriosos que dejan al país formulando más preguntas que respuestas. Y es que acaso, ¿no persiste un aire enrarecido por el peligro de que esos hombres de guerra reconstituyan sus manuales de funcionamiento, y entonces, el crimen organizado se convierta en el nuevo escenario de combate?


 Vaya tragedia callarían—y callarían porque no faltará el accionar censurante que estos grupos utilizan como tácticas de guerra—los colombianos que les tocó vivir allá,  en las tierras donde el Estado  olvidó que tenía que hacer presencia. Ojalá al presidente y su gabinete de  negociadores no se les borre de la memoria la herencia que nos dejó el expresidente Uribe con sus intimidantes Bacrim.
De otro lado, este escrito no es un llamado al pesimismo, ni mucho menos, una propaganda de oposición política al proceso de paz, pues no se puede evitar reconocer que ambas partes han puesto las primeras piedras para la construcción de un país que garantiza la participación democrática. Así cómo alguna vez se prometió y escribió en la constitución.


Pero, sí es un llamado a la revisión, a la rectificación de los negociadores, a tomar decisiones sin apuros, porque si hay algo que ha aprendido un colombiano, es evidentemente, a desconfiar de las cosas estables, de lo que parece y después no lo fue.

Escribió Sebastián Trujillo

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