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sábado, 19 de octubre de 2013

El descaro hecho gobierno

Colombia, un país lleno de oportunidades para el desarrollo sostenible de su población, está inmerso en un  amplio historial de problemas políticos y años de guerra que no dejan más que dolor y pérdidas, sectores menos favorecidos, como el campo, sufren el peso de las peores consecuencias, intereses externos ponen en juego la economía y la estabilidad de toda la nación.

La concentración del poder en pocos, la monopolización de los medios y de los intereses del país por parte del gobierno, han hecho de Colombia un sector  en conflicto y vulnerable, el foco para potencias que ven en el subdesarrollo la oportunidad de triunfo. Además de lo anterior, cabe aclarar que existe una deuda externa que nos amarra, de una u otra forma, con los gringos, así todo es más viable y favorable para ellos.


Está claro que la tecnología y el desarrollo industrial de las naciones en vía de desarrollo, como nuestro país, no alcanza para competir con mercados que son potencia en el mundo y que cuentan con toda la tecnología e infraestructura necesaria para garantizar el 100% de calidad en los productos, tanto del agro como de la industria.

Hay que rescatar que el democrático gobierno colombiano se niega a garantizar a los campesinos subsidios competentes que permitan la sostenibilidad de los cultivos; todo lo contrario sucede allá arriba, Estados Unidos ayuda al menos 60 veces más a sus agricultores para que produzcan calidad y, al mismo tiempo, súper produce por encima de los estándares nacionales; en total, la comida que sale de sus bodegas sirve para alimentar a toda la población estadounidense y les sobra.


Dar paso sin restricción a productos del sector, que, por obvias razones, desplazarían hasta su fin a los agricultores rurales es un riesgo, el tema de la calidad en los productos para Norte América es un asunto de “Seguridad Nacional” y, según ellos, los países en vía de desarrollo no cumplen con los estándares de impecabilidad establecidos. La competencia es desigual, pero aún así, el  pacto está firmado y ahora solo queda atenerse a las consecuencias.

Nicolás Restrepo Gómez

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