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sábado, 19 de octubre de 2013

Una lucha donde Colombia va perdiendo

La zozobra crece, y el llanto se hace fuerte cuando se conoce la incompetencia que caracteriza a los altos dirigentes del país.

Colombia, una Colombia que se hunden la desesperación por salir adelante, por un muro imaginario que no permite triunfar, un triunfo soñado, anhelado, y que está cada vez más lejos de las expectativas la Nación.


Presidentes van y vienen, todos con las mismas promesas, y casualmente con el mismo fin, NADA, un nada que llena de rencor al colombiano, que no le permite vibrar por pasión en su ser, que enmudece las ganas de ganar, de emprender la búsqueda a lo desconocido, ¿para qué?, ya todo lo dicho “dicho está”, todo lo que se puede hacer “lo han hecho”.

Claro, lo anterior, más otras mentiras, se han vuelto un virus en el país, una plaga que no deja respirar, una obra de teatro que no permite ensayos, porque cuando el telón se cierra, los aplausos de los enemigos son más fuertes, y los actores, los directos perjudicados, el pueblo colombiano, no pueden sonreír de satisfacción.  

Él lo sabe, el “amado” presidente Santos lo conoce, sabe la tragicomedia que se vive en el país, aun así, aporta libretos para seguir con esta. Y de  paso, la dirige. El territorio colombiano, ¡COLOMBIANO!,  eso debe ser, colombiano, no de otros, ni una parte, ni media.

¡Ya basta!, es la voz del pueblo que pretenden callar, un partido peleando con otro, y así se vive, en constante lucha, una lucha sin fin, un Uribe y un Santos con un país en la mitad que no les importa, que poco les vale, cuando solo quieren el renombre en sus apellidos.

En el alma de cada individuo vive esa desesperación de ser más, de lograr más, donde  la codicia y el narcisismo combaten contra el respeto y el amor, todas las sociedades modernas están perdiendo la batalla a ritmo acelerado, pues están alimentando las fuerzas que impulsan la violencia y la deshumanización, en lugar de alimentar las fuerzas que impulsan la cultura de la igualdad y el respeto.

Para formar un mundo en el que valga la pena vivir, con personas capaces de ver a los otros seres humanos como entidades en sí mismas, merecedoras de respeto y empatía, que tienen sus propios pensamientos y sentimientos, y también con naciones capaces de superar el miedo y la desconfianza en pro de un debate signado por la razón y la compasión.


Eso, el presidente debe tenerlo en cuenta al iniciar el guión de la próxima función.

NATALIA MARÍA MENDIVIL RIVAS

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