Por:
Ricardo Rodríguez
Oscuridad
y un abanico rodando era lo único que sentía el viernes que me preparaba para
dormir luego de un agitado día; cerré mis ojos y en el transcurso de dos
minutos, un tintineo agudo fastidió mi oído, era un mensaje con todas las
letras en mayúscula, NO HAY CLASES MAÑANA POR PARO ARMADO; desinformado de la eventualidad,
navegué por los periódicos locales y redes sociales, concluyendo que la raíz de
este incidente es la gran mentira del llamado “proceso de paz”, asunto que nos
quiere inculcar un presidente que poco a poco engaña a los colombianos y
entrega el país a la delincuencia.
Tocará
meterse debajo de la cama cuando los grupos al margen de la ley determinen dar
por concluido el proceso de paz (terminación que, posiblemente, no sea la
esperada), ya que tendrán el país tan invadido que ni los Avengers podrán
salvarnos, y es que no estamos muy lejos de esta realidad, el Can Ùsuga intimidó
el día de ayer a 36 municipios del país con matarlos si salían de sus casas, y
los santitas aún creen en el proceso, causa que beneficia más a los
guerrilleros que salen libres con crímenes a sus espaldas que a los
colombianos.
Es
que, pensando bien, ¿en qué beneficiaría este proceso a los grupos ilegales?,
en nada, andan como Juan por su casa por las calles colombianas y con dinero en
abundancia; hasta para ir a partidos de beisbol en Cuba, como “Timochenko”, que
fue captado no hace mucho, costumbres que no van a cambiar por una paz que
afecta sus ingresos ilegales, pasando a ser un número más en el por ciento de
desempleo en el país.
Hoy,
diez días después del plazo que se supone que se tenía que acabar el proceso,
los colombianos cada día abrimos más los ojos a esta causa y entre quejidos que
salen del alma, exclaman extrañado a un ex presidente chiquito, canoso y con
ojos verdes, que seguramente descuidó muchos factores en su campaña como la
salud, pero no tuvieron que pasar por el miedo que ahora siento de salir de mi
casa.
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