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sábado, 28 de septiembre de 2013

Día a Día, tras el volante

Por Ilsa Martínez

Día a día, tengo que desplazarme del sur de Santa Marta al centro para ir a la Universidad. Día a Día, los mismos trancones, día a día, los mismos huecos. Un accidente bloqueando el paso, un peatón lanzándose a la muerte sin ver a ambos lados o un conductor creyéndose ‘el chacho’; día a día, el caos.

No se trata solo del poco control de las autoridades, que están pendientes de completar el sueldo a costilla de las motos; ni tampoco de las empresas de agua y alcantarillado, felices de romper las mismas calles bimensualmente para arreglar las mismas ‘fallas’, o de los tantos conductores sin pase, o de los mil y un imprudentes tan motivados por el papel del Vin Diesel, que pretenden imitarlo en las angostas vías de la ciudad, no; no solo de eso, se trata de todo eso junto, y más.


Por un lado, los encargados del trazado y mantención de las vías creen que con una fina capa de asfalto, exclusivamente en los huecos, y con un par de reductores de velocidad, han dejado la calle ‘como nueva’.

Realmente, no veo la necesidad de reductores de seguridad en las vías de esta ciudad, primeramente, porque muchas de las calles poseen tantos huecos y grietas, que harían que hasta el mejor queso suizo se sintiera celoso, y segundo, porque son muchos los reductores arrancados o quebrados por la misma comunidad, ansiosos de no saltar tanto.


Día a día, al levantarme, deliro con la misma utopía: que hoy, por favor, los que no tienen pase se queden en casa, que los que no saben conducir mágicamente se llenen de conciencia vial, y que la Policía haga cumplir la ley a todos por igual; realmente, con eso estaría contenta, aunque conducir por Santa Marta sea lo mismo que cabalgar por ella. 

3 comentarios:

  1. que buen articulo ojala dia tras dia nos eduquemos mas para hacer que el pais avance hacia un futuro mejor, felicitaciones excelente articulo.

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  2. Querida compañera, estarías contenta si ocurriera un milagro. Si de la noche a la mañana se le cambiara la cultura a los policías de santa marta, a los conductores sin pase (mototaxistas en mayoría) y a lo que tienen pase (que tampoco saben manejar), a los responsables por el mejoramiento y mantenimiento de las vías (que hacen menos y cobran mas para sacar su tajada, INHERENTE AL SAMARIO, Y AL COLOMBIANO EN GENERAL), etc.

    Cambiar estas cosas es cambiar la educación y la cultura (no me refiero a más colegios o mejor calidad de educación, sino a educación en casa, valores morales y cívicos que AQUÍ, EN SANTA MARTA NO EXISTEN), lo cultural es una ventana a otras ciudadanías, ver y seguir el ejemplo en las cosas buenas de otras partes.

    En fin, no hay esperanza, toca volverse maestro de colegio público para hacer cambio en Colombia, a ver si con eso se remedia todo el daño que hace el padre que le enseña al hijo a ser "vivo", o el que hace la televisión mostrando al fútbol, la prostitución, el narcotráfico y la violencia como formas regulares de vivir. País de oportunistas, eso somos.

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    Respuestas
    1. Ciertamente hacen falta más milagros en el país del "Sagrado Corazón de Jesús". Sin embargo, sigo pensando que el mejor y más grande cambio que puede uno hacer es el de sí mismo; porque con nuestros actos no hacen falta explicaciones, nosotros nos convertimos en modelo y queja.
      Creo que lo que más le falta a este país es carácter, no para llevarse por delante las reglas, sino para afrontar nuestros propios errores y deberes, carácter para dejar de mendigarle a organismos internacionales lo que se nos debe por derecho, carácter para negarnos y oponernos a la corrupción, carácter por lo menos, para decir en voz alta lo que todos ya sabemos. Pero seguimos mudos, y nos dejamos arrastrar a la corrupción porque todo el mundo lo hace, y violamos la ley porque no creemos que nadie valla a reclamarnos por ello. Falta carácter, falta auto control, falta conciencia, falta voluntad.

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