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sábado, 21 de septiembre de 2013

Alta calidad educacional en Colombia, ¿vencerá sus obstáculos o será una utopía?

Por Fabiana Ramírez Ávila

El intelecto de un ser humano no lo es todo, pero, sin duda, carecer de este o no adquirir una educación de calidad que oriente y sustente sus conocimientos puede llevarlo al conformismo y al fracaso. En Colombia, puede considerarse que, en estos últimos años, la calidad educativa ha venido decayendo, y me atrevería a afirmar que esto, en su mayoría, se debe a la inequidad social.

Es así, cómo al hablar de educación, no podemos dejar de lado el aspecto social que rodea cada rincón de la vida de los seres humanos. Respecto a lo anterior, con base en las columnas de opinión de Guillermo Maya, publicadas en diario El Tiempo, “Educación: no es culpa de los maestros” y “Calidad de la educación”, pienso que es posible afirmar que los colegios y las universidades son escenarios de la diferenciación de estratos, clases sociales, entre otros, reflejadas en la clasificación de un institución pública, como para “pobres” o personas de bajos recursos, y privada, para ricos o acomodados económicamente.


Por lo tanto, pienso que, de esa manera, se va construyendo una barrera competitiva y egoísta que alimenta la inequidad de oportunidades laborales que impactan socialmente; lo que se manifiesta en la premisa de que la preparación y el prestigio profesional del que gozan los estudiantes y profesionales de Bogotá es superior al que tenemos los residentes del resto del país; una muestra de ello, es la clasificación de tres universidades del país dentro de las 350 mejores a nivel mundial, las cuales son de Bogotá.

Así mismo, considero que aunque los estudiantes y profesionales de la capital deban posiblemente su lugar privilegiado a que la ciudad tiene una amplia oferta de empleos, docentes nacionales o extranjeros muy bien calificados, entre otros, no por ello podemos conformarnos con estar en el último lugar. Es aquí donde me pregunto, ¿acaso, el resto del país no puede apostar a una educación de calidad, tanto pública como privada, al contrato de profesores altamente calificados, y así tener las mismas oportunidades en un futuro en el mercado laboral?

Finalmente, puedo afirmar que, mientras las brechas sociales sigan su curso y sigamos cruzados de brazos, conformes con las exigencias actuales que aplica el país al sistema educacional, lo más probable es que, si Colombia sigue calificando entre las mejores universidades del mundo, las representantes no serán precisamente de la costa caribe, o de las demás regiones del país, sino que Bogotá mantendrá su lugar. Por ello, está en nuestras manos demostrar que sí merecemos y somos capaces de asumir una educación de calidad, por lo cual el gobierno debe verificar los modelos educacionales, y así mismo estar dispuesto a realizar los cambios necesarios para beneficiar a todos, y no a unos cuantos.

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