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domingo, 15 de septiembre de 2013

Lenguaje y límite periodístico en la columna de opinión

Por Fabiana Ramírez Ávila

“Hay que reconocerle al tipo que tiene el nombre bien puesto”, “lleva una camisa de mangas sisas que parece sacada del guardarropas de Rambo”, “aún me pregunto por qué los votantes del canal The History Channel no escogieron a Dangond como el segundo gran colombiano”; estas fuertes expresiones alusivas al intérprete vallenato Silvestre Dangond introducen el eje temático del siguiente texto.

Con base en la opinión del reconocido periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos, en su artículo “Contra Silvestre Dangond, publicado en la revista Soho, expongo mi apreciación del lenguaje utilizado por el autor para referirse al cantante y el límite periodístico que ejerce frente a la incidencia de Silvestre como figura pública.

En primera instancia, considero que Salcedo utilizó calificativos y analogías muy duras y grotescas como: “esperar que Silvestre el agreste opte por la mesura es como pretender que los cerdos dejen de revolcarse en el lodo”. Respecto a lo anterior, pienso que no hay que maquillar la verdad ni decirla con miedo si es así, pero es necesario que, como periodistas, ejerzamos el respeto por el buen nombre de los demás y seamos cuidadosos con las adjetivaciones que usamos para marcar nuestros criterios.

En segunda instancia, pienso que dentro de los límites periodísticos ejercidos en el artículo,  el autor cruza la línea delgada de la opinión y, según mi interpretación, refleja una marcada oposición hacia la imagen del artista. Así mismo, considero que son válidas las críticas que pueden surgir sobre las actitudes de Silvestre partiendo de su representativa figuración pública, pero lo que no comparto con Salcedo son sus juicios inclementes que parecen olvidar la naturaleza humana inevitablemente acompañada de errores del cantante.

Finalmente, puedo concluir que, además de los amplios conocimientos que posee el periodista sobre el vallenato, que constituyen las bases para los juicios que realiza en el artículo tratado anteriormente, es esencial e igualmente válido resaltar que no somos perfectos y que al momento de exponer nuestras opiniones, cargadas de subjetividad, no es necesario caer en exageraciones ni barbarismos para reflejar nuestro criterio y mostrar una percepción del artista, aparentemente desconocida, pero, en realidad, conocida por una mayoría que se hace la desentendida.

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