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viernes, 13 de septiembre de 2013

Se le fueron las luces a Salcedo

Por: William Agudelo Cubillos.

Luego analizar y reflexionar, de seguir con lupa, el escrito y las reacciones que generó la diatriba escrita, en la revista Soho, por Alberto Salcedo Ramos, he logrado una conclusión. Si bien una diatriba, como lo define el diccionario de la RAE: es un discurso o escrito violento e injurioso contra alguien o algo, desde mi romanticismo académico y periodístico, esto no es periodismo.

No puedo negar que el cronista se atrevió hablar de un tema que muchos quisieron compartir desde hace mucho tiempo. Tampoco puedo descartar que la esencia crítica del escrito fuera reprobar las actuaciones del artista. Lo que reprocho radicalmente es el lenguaje violento y censurable usado por Salcedo Ramos a referirse al cantante, que no deja de ser una persona a la cual hay que respetar.


Si lo que quería el periodista era llamarle la atención, en público, a Silvestre Dangond por sus vergonzosos actos en tarima, creo que no había ninguna necesidad de recurrir a semejante violencia simbólica como la que se maneja en el escrito, especialmente en esta frase: “Su boca no recibe órdenes del cerebro sino del aparato digestivo: más que hablar, excreta”.

Lo único que ha generado Salcedo con su diatriba es la reacción y enfrentamiento: entre  los seguidores de Silvestre y aquellas personas que no gustan del artista. Su análisis no ayuda a reflexionar sobre lo que se piensa, a favor o en contra, del personaje.

Desde su manera de relatar y analizar los videos, se observa una animadversión en contra del artista. El escrito no ayuda a construir ciudadanía, sino por el contrario a incitar al lector, por medio del morbo y el lenguaje impetuoso, a ser violento.

Soy un fiel amante del vallenato, de la ‘yuca jorra’ como muchos denominan a este ritmo musical. Nací, crecí y moriré amando nuestro folclor, porque hace parte de la cultura de una región, de un país. Es por eso que quiero agregar que Silvestre Dangond no es, ni ha sido, el único cantante vallenato que ha tenido actos deplorables en presentaciones públicas.

Comenzando por el lenguaje vulgar usado, muchas veces en tarima, por Diomedes Díaz; pasando por las evidentes borracheras en conciertos de Iván Villazón, y terminando, con Poncho Zuleta y su famosa parranda donde vocifera a viva voz, después de escucharse en el fondo una ráfaga de disparos, “Nojoda, viva la tierra paramilitar”. Creo, señor Alberto Salcedo Ramos, que debe hacerse un análisis más profundo, respetuoso y profesional, no solo sobre la forma de actuar de Silvestre Dangond, sino del ‘modo operari’ de los cantantes que enmarca el folclor vallenato.


Es triste que uno de los mejores cronistas de Colombia cometa este tipo de errores. No se debe criticar, como el afirma al inicio de su escrito, “forzado por el compromiso de escribir(…)”. El periodista no se debe dejar llevar por sus pasiones, y creo que ese fue el notable y lamentable error cometido por Alberto Salcedo Ramos. Finalmente es un ser humano como todos y tiene derecho a equivocarse y reivindicarse. Pero tengo, como estudiante de periodismo, que reprocharle su forma violenta de escribir sobre violencia; porque así como Silvestre es un personaje público, usted admirable cronista, también es seguido e imitado por muchos.

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