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jueves, 15 de octubre de 2015

Terror en la frontera

La crisis fronteriza entre los países vecinos se ha convertido en una pesadilla para los afectados.

Por Olga Ortiz Barón y Sharit Romero

El Presidente de la República Bolivariana de Venezuela se le ocurrió empezar una operación de “limpieza” contra los colombianos, ya que hoy en día, para él y para muchos venezolanos, ser colombiano inmigrante en el país vecino, es ser narcotraficante, contrabandista o paramilitar. Y todo, después de que tres militares venezolanos y un civil resultaran heridos en un ataque llevado a cabo por personas desconocidas.


Todo inició con un cierre durante 72 horas de uno de los pasos fronterizos con Colombia, y, con el tiempo, las limitaciones que le puso Nicolás Maduro a los colombianos que habitaban su país, se hicieron aún más severas. Tanto así que los han deportado como si fueran delincuentes, sin importar las circunstancias en las que los han hecho abandonar el territorio venezolano.

Fotografías que han sido expuestas por los diferentes medios han dejado plasmado el ánimo agresivo con el que ha actuado el gobierno del país vecino. Niños desolados, sin comer, ni dónde dormir durante varios días; familias separadas involuntariamente; sin duda alguna, personas inocentes en una situación precaria e inhumana.

No hay derecho que el Gobierno de un país hermano se ensañe contra los más desprotegidos; destruyéndoles sus vidas, arrancándolos de sus humildes viviendas, desintegrándoles su familia. Cometiendo actos de absoluto totalitarismo, como en la época de Hitler, al marcar con las letras R (revisada) y D (demoler) las casas donde habitaban los colombianos, dejando estas últimas derribadas con una violencia impensable.

Colombia y Venezuela son dos realidades políticas que se presentan como distintas y a veces antagónicas, pero la realidad no se puede ocultar, son países que también se necesitan. Ambas se benefician de la circulación de capitales, bienes y servicios. Y juntas pueden enfrentar en mejores condiciones la globalización mundial. El aislamiento y la exclusión del otro es un imposible histórico.


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