El conflicto en Siria no cesa, cada vez es más la
violencia y son más las víctimas por causa de la guerra de intereses que se
libran a nivel interno en ese país de la república árabe. Muchos son los
implicados en medio de esta “Guerra civil” considerada así por los mismos
representantes de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), quienes han
tenido la oportunidad de visitar y ser entes ayudadores en medio de la crisis.
Uno de los principales factores que ha incidido en
los continuos ataques bélicos, entre militares sirios y la oposición, residente
en ese mismo país, es causado por el inconformismo de la población civil ante el régimen impuesto por su actual
presidente Bashar al-Assad. Es así cómo en Siria se iniciaron protestas, que, a
pesar de ser pacíficas, no dejaron a nadie exento de salir herido o perjudicado
por pensar diferente a lo que demanda el gobierno de Estado.
A diario, la vida de niños, mujeres, hombres y
ancianos se encuentra en un inminente peligro. Ni siquiera aquellos que
permanecen en sus hogares están a salvo. Este conflicto crea temor y
desesperanza en el corazón de todos los sirios y despierta gran indignación en
la sociedad internacional, quienes, a través de programas de la ONU
(Organización de las Naciones Unidas), como la PMA (Programa Mundial de
Alimentos), brindan ayuda y alimentación a personas en Siria.
Es insólito cómo una persona se puede cegar por el
poder, y pasar por encima de quien sea, con tal de mantener el control de un
territorio. El deseo de imponer su autoridad, demostrar que se es el “dueño” de
un país, imponer sus ideales, directrices y reglas a todas las personas que
tiene a su mando, me parece frustrante.
Lo que los sirios pasan y experimentan en su rutina
del diario vivir, son cosas que a uno ni se le pasarían por la cabeza. Crecer
en medio de la guerra y ser callado por una bala o ser usado como un escudo
humano ante los disparos, es el límite máximo de la violencia.
El ser humano no debería llegar nunca a estos
extremos de violencia. La paz y el amor de Dios deberían ser los conductos
rectores de todo gobierno. Porque un líder se convierte en líder, valga la
redundancia, no por imponer sus ideales, sino porque es aceptado por todos en
vista de que sabe cómo llevar las riendas de un país de manera pacífica. Hoy me
he puesto en los zapatos de un sirio, indignada, frustrada y, aún así, con la
esperanza puesta en Dios de que algún día se dará un cese a la guerra.
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