Como
van las cosas en nuestra época, la labor del periodista se seguirá volcando
hacia la mediocridad. Un territorio en que las ideas son silenciadas,
exiliadas, asesinadas, con la violación del derecho a la libre expresión y el
derecho a la vida, con la indecente paga que una parte rechaza y otros adaptan
a sus necesidades, con la falta de ética y profesionalismo.
Estudiar
Comunicación Social y Periodismo no es una garantía de un buen futuro, a largo
plazo; gracias al irrisorio apoyo que nuestros colegas, maestros, estudiantes y
Estado dan a la carrera. Iniciando mis estudios, me negaba a ella, lo admito,
pero desde hace varios semestres, defiendo el oficio de comunicar. Así que
cuando escucho a profesores y estudiantes de otras escuelas decir barrabasadas
como:
Es una carrera fácil, quiere ser
presentador, si no te gusta la matemática ahí estas metido. Y una de las más
hirientes y frecuentes, Ud. No sirve para esto ¿Por qué no se cambia a Comunicación?
Se
me dificulta pasar la triple ofensa. Nadie debe juzgar el espacio de la carrera
a la que mejor se adapte, ¿por qué subestimar y estrellar las capacidades y
autoestima de un chico que está comenzando estudios de esa manera?, finalmente,
¿qué le hace pensar, fuera de la ignorancia y ego inflado, que esta carrera es
menos que otra?
Quisiera
saber qué dirían Gabo, Coronell, Sanchez Cristo, Gerardo Reyes, Castro Caycedo
o Kapuscinski sobre estos repetitivos señalamientos.
Es
lamentable el bullying que existe hacia cualquier oficio que venga en contravía
con los dogmas y cánones retrógrados, incluso obsoletos; que impiden la
equidad, la tolerancia y el desarrollo en nuestra sociedad contemporánea.
Es
lamentable que en las escuelas de comunicación tardemos tanto en fijarnos en la
incidencia que tiene un buen comunicador y un buen periodista.
El periodismo es un oficio no una
profesión. A pesar de graduarnos, hacer maestría, y doctorado, las puertas
aún no se abren con la frecuencia necesaria, al menos no en mi país; donde la
lista de periodistas asesinados es tan larga, donde cadenas radiales,
periódicos, revistas y blogs se venden al servicio de las ideologías y
personajes políticos, donde es mejor ejercer desde un lugar seguro o desviar la
vista a horizontes diferentes.
Somos
capaces de más. Somos capaces de movilizar personas, eternizar momentos y
personalidades, de crear héroes y anti héroes, de caldear pasiones, de ayudar a
recordar y subsanar heridas, crear y disipar temores y todavía seguimos con la
mala maña, alimentada por el irritante desinterés y simpleza de la mayoría de
nosotros.
El
temor, la corrupción y el egoísmo nos gobiernan. La llama del humanismo se
extingue, tan triste… y esa es nuestra perdida más grande.
La
apabullante e infame pesadilla se convierte en un reto para el periodista
contemporáneo: el reto de crear información transparente, el reto de olvidar
los señalamientos, el reto de obtener la protección y legitimidad que por mucho
este oficio se merece.
La pesadilla local
Todos
sabemos que Santa Marta se mueve entre dos emisoras, en dos diarios y en uno
que otro medio alternativo. Se han creado leyendas en esta pequeña provincia y
también bufones. ¿Cómo creer en ellos? si dicen lo que queremos escuchar,
pelean abiertamente con lectores, radio escuchar y colegas como si se tratara
de una discusión entre comadreras.
¿Es
el periodismo que nos merecemos? Tal vez sí, porque es lo que seguimos
consumiendo, a veces con vergüenza ajena, por escenas que trascienden lo local
y se vuelven noticia nacional: la desaparición de todo un tiraje de un diario
para no dejar mal a una persona o el error gráfico de una fotografía de la que
se desvanece la figura de un alcalde.
No
se permiten un cambio generacional, acaparan la atención en un ir y venir de
palabras originadas en lo más oscuro de sus egos. El periodismo en Santa Marta
hace parte de una maquinaria politiquera, no de la sociedad, no de los sin voz.
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