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miércoles, 25 de septiembre de 2013

LA PESADILLA DEL PERIODISTA CONTEMPORÁNEO

Por Flor Beltrán

Como van las cosas en nuestra época, la labor del periodista se seguirá volcando hacia la mediocridad. Un territorio en que las ideas son silenciadas, exiliadas, asesinadas, con la violación del derecho a la libre expresión y el derecho a la vida, con la indecente paga que una parte rechaza y otros adaptan a sus necesidades, con la falta de ética y profesionalismo.

Estudiar Comunicación Social y Periodismo no es una garantía de un buen futuro, a largo plazo; gracias al irrisorio apoyo que nuestros colegas, maestros, estudiantes y Estado dan a la carrera. Iniciando mis estudios, me negaba a ella, lo admito, pero desde hace varios semestres, defiendo el oficio de comunicar. Así que cuando escucho a profesores y estudiantes de otras escuelas decir barrabasadas como:


Es una carrera fácil, quiere ser presentador, si no te gusta la matemática ahí estas metido. Y una de las más hirientes y frecuentes, Ud. No sirve para esto ¿Por qué no se cambia a Comunicación?  

Se me dificulta pasar la triple ofensa. Nadie debe juzgar el espacio de la carrera a la que mejor se adapte, ¿por qué subestimar y estrellar las capacidades y autoestima de un chico que está comenzando estudios de esa manera?, finalmente, ¿qué le hace pensar, fuera de la ignorancia y ego inflado, que esta carrera es menos que otra?

Quisiera saber qué dirían Gabo, Coronell, Sanchez Cristo, Gerardo Reyes, Castro Caycedo o Kapuscinski sobre estos repetitivos señalamientos.

Es lamentable el bullying que existe hacia cualquier oficio que venga en contravía con los dogmas y cánones retrógrados, incluso obsoletos; que impiden la equidad, la tolerancia y el desarrollo en nuestra sociedad contemporánea.

Es lamentable que en las escuelas de comunicación tardemos tanto en fijarnos en la incidencia que tiene un buen comunicador y un buen periodista.

El periodismo es un oficio no una profesión. A pesar de graduarnos, hacer maestría, y doctorado, las puertas aún no se abren con la frecuencia necesaria, al menos no en mi país; donde la lista de periodistas asesinados es tan larga, donde cadenas radiales, periódicos, revistas y blogs se venden al servicio de las ideologías y personajes políticos, donde es mejor ejercer desde un lugar seguro o desviar la vista a horizontes diferentes.

Somos capaces de más. Somos capaces de movilizar personas, eternizar momentos y personalidades, de crear héroes y anti héroes, de caldear pasiones, de ayudar a recordar y subsanar heridas, crear y disipar temores y todavía seguimos con la mala maña, alimentada por el irritante desinterés y simpleza de la mayoría de nosotros.

El temor, la corrupción y el egoísmo nos gobiernan. La llama del humanismo se extingue, tan triste… y esa es nuestra perdida más grande.

La apabullante e infame pesadilla se convierte en un reto para el periodista contemporáneo: el reto de crear información transparente, el reto de olvidar los señalamientos, el reto de obtener la protección y legitimidad que por mucho este oficio se merece.


La pesadilla local
Todos sabemos que Santa Marta se mueve entre dos emisoras, en dos diarios y en uno que otro medio alternativo. Se han creado leyendas en esta pequeña provincia y también bufones. ¿Cómo creer en ellos? si dicen lo que queremos escuchar, pelean abiertamente con lectores, radio escuchar y colegas como si se tratara de una discusión entre comadreras.

¿Es el periodismo que nos merecemos? Tal vez sí, porque es lo que seguimos consumiendo, a veces con vergüenza ajena, por escenas que trascienden lo local y se vuelven noticia nacional: la desaparición de todo un tiraje de un diario para no dejar mal a una persona o el error gráfico de una fotografía de la que se desvanece la figura de un alcalde.

No se permiten un cambio generacional, acaparan la atención en un ir y venir de palabras originadas en lo más oscuro de sus egos. El periodismo en Santa Marta hace parte de una maquinaria politiquera, no de la sociedad, no de los sin voz.

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