Por Alejandro Pinedo Araque
Como todo ciudadano con
sentido de pertenencia, quiero y respeto a mi ciudad; por lo cual, me es
imposible callar ante las acontecimientos que se ven a diario. A pesar de que
no quiero desprestigiar, solo digo lo que veo: no puede llover porque la ciudad
se paraliza y, desde hace más de un mes, venimos pagando un 17% más por un
transporte que cada día es más deficiente.
El pasado miércoles, cayó
sobre la ciudad un torrencial aguacero que perjudicó a muchos samarios que
tuvieron la valentía de salir; digo valentía porque recorrer la ciudad en un
día de lluvia es imposible: las calles se inundan sin dejarle alternativa ni a
los carros ni a los peatones; además, los taxis dejan de hacer carreras y las
busetas se desaparecen.
Esto pasa a menudo y, a mi parecer,
la situación se ha vuelto más grave en cuanto a que el agua ha llegado a tapar
partes del parque Simón Bolívar. La Avenida del Libertador -llamada así porque
este fue el último recorrido de nuestro prócer de la independencia- se
convierte en un río con arterias que la alimentan y hasta tiene una
desembocadura.
A todo eso, súmele que no
hay transporte. Si no tiene un carro, rece para que un taxi lo lleve a su casa
y, si lo hace, que no le cobre el doble
o el triple. No los culpo, el agua daña a los carros y no están hechos para
andar atravesando lagunas formadas en las calles. Todo es responsabilidad de
nuestros dirigentes, que, durante años, se han hecho los ‘de la vista gorda’ y
no han implementado un sistema eficiente de alcantarillado.
Por otro lado, en días
soleados se vive una inconformidad alterna: pagamos un pasaje que no justifica
el estado de los buses, ante lo cual es injusto pagar $1.400 por un servicio
que no cubre las necesidades de los samarios, aparte, los buses están en mal
estado y sucios. Tal precio debe volver a ser debatido, debido a que, a muchos
habitantes de Santa Marta les sigue pareciendo más económico y eficiente coger
una mototaxi, poniendo en riesgo sus vidas.
Problemas como estos hacen
al samario poner en riesgo su vida por el olvido de los gobiernos locales, que
poco han hecho para cumplir con su obligación y responsabilidad ante los
ciudadanos que dieron sus votos por ellos.
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