Por Stephania Diazgranados Villarreal
¿Ha
escuchado usted el tema de Uber?, si ha estado haciendo un constante
seguimiento de medios de comunicación y a través de las redes sociales,
seguramente su respuesta será afirmativa.
Pues
bien, Uber es una aplicación móvil puesta en funcionamiento en más de 20 países
del mundo incluyendo el nuestro (Colombia) desde el 2010. Creada originalmente
en San Francisco (Estados Unidos), y se trata de un servicio de transporte
personalizado, por medio de automóviles de alta gama, por lo general, de color
blanco.
Dicho
servicio ha sido acogido especialmente en Bogotá, donde se suman cada vez más
clientes, quienes aseguran sentirse satisfechos por esta nueva modalidad de
transporte, pues, a diferencia de los taxis (servicio tradicional), con Uber
tienen la posibilidad de seleccionar cierto tipo de música, e, incluso, preferir si quiere un conductor dispuesto a
charlar con el cliente.
Con
todo esto, se ha suscitado toda una polémica a nivel mundial, debido a la
estrecha competencia entre el servicio moderno de Uber y el servicio
acostumbrado de los taxis. Sin embargo, muchos (sobre todo los jóvenes) son los
que prefieren esta asistencia, que, a pesar de ser el doble de caro que un taxi
normal, anteponen la comodidad y el lujo a la hora de movilizarse.
De
esta forma, los taxistas han convocado huelgas para exigir sus derechos, pues, mientras ellos pagan impuestos de servicio de
transporte público, no se les hacen las mismas exigencias a los conductores de
Uber. De ahí la discusión de una injusticia ante estas dos formas de
transporte.
Lo
cierto es que, la alegría de unos termina siendo la amargura de otros. Y la
realidad social es que, poco a poco los taxistas están quedando con menos
clientes, quienes les han sido infieles y se han enamorado del servicio de
Uber. Pienso quizá que muchos lo hacen ‘para entrar en la onda’, mientras otros
de verdad sienten una necesidad de comodidad y sobre todo seguridad.
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