Por Vanessa Redondo Peña
Un
proyecto ministerial: subsidio para el campesinado. Los subsidios son robados
por los ricos. Conclusión: El líder del proyecto debe pagar lo que robaron los
ricos
Históricamente, Colombia ha
sido una nación dominada por las pasiones políticas. En el siglo XX, el país sufrió una lucha bipartidista entre liberales
y conservadores que se caracterizó por asesinatos, persecuciones y acciones
terroristas por el alineamiento político.
Hoy día, si bien no hay partidos
en guerra declarada, las diferencias políticas parecen seguir siendo motivo
para asesinar, secuestrar y juzgar. Ya no se trata de liberales y
conservadores, debido a que la apertura del país hacia el mundo y la
redefinición de democracia, que ahora haya su esencia en la pluriculturalidad,
y muestra de ello son los nuevos partidos que se desenvuelven en el tablero
político del país.
Independientemente de la
inclinación política de los partidos, muchos de estos se han vistos salpicados
por problemas de corrupción. Un ejemplo de esto, son las acusaciones en contra
de Andrés Felipe Arias, ex ministro de Agricultura durante el gobierno de
Álvaro Uribe, en el que lideró un proyecto
llamado ’Agro Ingreso Seguro’ que tenía como fin promover la
productividad y competitividad de la agricultura nacional, y reducir la
desigualdad en el campo, por medio de subsidios entregados a los campesinos
para la siembra, riego y drenaje de sus cosechas.
La polémica surgió cuando se
descubrió, que, por medio de artimañas legales, algunas de las familias más
prestantes del Caribe, como lo son los Dàvila y los Lacouture, accedieron como
beneficiarios a estos subsidios, generando el repudio de la comunidad y
llevando a la judicialización de los promotores del proyecto, en esta caso a
Arias. Él se defendió argumentando que
los beneficiarios del programa eran gente honesta y trabajadora, y desconocía
esas artimañas.
Finalmente, la Corte Suprema
de Justicia sentenció a Andrés Felipe a una inhabilidad para ejercer cargos
públicos por 17 años y pagar 30.800 millones de pesos, por los delitos de
peculado por apropiación en favor de terceros y celebración de contratos sin
cumplimiento de requisitos legales.
Ahora bien, sin desconocer
la presunta responsabilidad de Arias en este caso, resulta injusto que él sea
el único condenado, cuando se demostró que en sus manos no está un solo peso de
ese dinero, al contrario de las familias implicadas que no enfrentan ningún
tipo de sanción. Este proceso no envía más que un mensaje de que se puede
delinquir si se tiene alguien para sacrificar en caso de que todo salga a la
luz pública, parece en este país impera la ley del ‘Al caído caerle’.
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