Buscar en este blog

sábado, 29 de agosto de 2015

Ni firmar, ni desmovilizar al uribismo: la paz va más allá

Por Laura V. Orozco

Defender un país de la impunidad y evitar la vulneración de sus derechos constitucionales, ha parecido ser para quienes no son partidarios del uribismo y quienes están esperanzados en un proceso de paz, que poco da muestras de un verdadero avance en esta materia, una seria patología de quienes no confían en las oscuras intenciones de las Farc.

En Colombia, siempre ven con malos ojos el hecho de cuestionar cada uno de los pasos que ha dado el proceso de paz porque, más allá de querer sabotear las conversaciones en La Habana, como muchos afirman, es profundizar en los tratos que no pueden considerarse siempre positivos, debido a que el Presidente de la República, Juan Manuel Santos, no está excepto de caer en intenciones particulares.


Por lo tanto, si Daniel Samper Ospina dice en su columna de opinión Propuesta para desmovilizar al uribismo, que es importante no solo acordar la paz con las Farc, tiene razón en algo: es necesario firmar la paz con quienes han sometido al país aberrantemente y promoverla dentro de los mismos ciudadanos, porque esta nace desde el interior de cada uno, pero también es de muchísima importancia analizar de qué forma se van a llevar a cabo los acuerdos y cómo están respondiendo los actores ante este proceso.

De acuerdo con el senador Álvaro Uribe Vélez, no se puede confiar en un grupo delictivo que, mientras adelantan conversaciones sobre paz en La Habana, contradicen sus supuestas intenciones de lograrlo, al arremeter contra la población colombiana y acabar con vidas de personas inocentes. Además, no es de fiarse tampoco que un mandatario abra las puertas de su país y permita que dentro de él se ejecuten ofensivas, solo por el miedo de que los negociadores subversivos se levanten de la mesa y le trunquen su ilusión de caminar hacia el Nobel de Paz.

Así que, decirle Samper a Uribe que se incorpore en la vida civil es una sugerencia innecesaria y poco suficiente, pues incluido en la sociedad está desde que empezó a ser víctima de la guerrilla y pensó en luchar por la seguridad de todos aquellos que conviven en este país. Un país que, con gente hermosa y desagradable, sufre más por la entropía que generan ciertos grupos armados de izquierda que, de hecho, han desviado el cauce de su ideología primigenia.

Con todo esto, no pretendo escudar al expresidente y ahora senador Uribe de todas las acciones en que ha incurrido, ni mucho menos ponerlo en el altar donde lo exonere de algunas de sus prácticas. Lo único que me interesa es el bienestar de mi país y el futuro al cual se enfrenta desde que, a ciegas, se dejó representar por algunos políticos para conseguir algo tan difícil.


De esta forma, también insisto en que la paz no consiste en darle a un colectivo armado, herramientas y oportunidades para regenerarse, cuando han sido ellos quienes no han tenido la sensibilidad para preguntarle a sus víctimas: “¿Quieren una oportunidad para vivir? La guerra no es solo la que ocurre entre el Estado y la guerrilla: es esa que se construye día a día con la intolerancia de cada uno de los individuos compatriotas. Sobre cómo se consigue la paz, podría exponer mi opinión en una futura ocasión; esto solo constituye mi oposición a la idea de desmovilizar al uribismo, pues la paz implica más que eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario